Oesterheld: Un narrador peligroso para un régimen que temía a quienes podían encender la conciencia

Más allá de hablar sobre la historia y el universo de “El Eternauta”, me parece importantísimo hacer preguntas sobre el autor para entender su obra: ¿Quién fue Oesterheld?, ¿cuál era su postura, su ideología, su discurso?, ¿qué lo interpelaba?, ¿en qué creía? y por sobre todo, una pregunta que siempre me hice desde el momento que conocí su historia: ¿por qué tanto ensañamiento hacia un escritor de historietas cuya única arma era un lápiz de papel? 

Por Renata Vargas

Ricardo Darín como Juan Salvo, en la serie “El Eternauta”, de Bruno Stagnaro (Netflix).

Haciendo el intento de resumir un poco su vida, Hector Germán Oesterheld fue uno de los guionistas de historietas más importantes de Argentina y América Latina. Nació en 1919, se formó como geólogo, pero su pasión por la escritura y su interés por la ciencia ficción lo llevaron a desarrollar cuentos y guiones para historietas. Además, fue creador de editoriales como Frontera y Hora Cero, responsable de clásicos como “Sargento Kirk”, “Ernie Pike” y, por supuesto, “El Eternauta”.

Oesterheld creía en el poder del relato popular, en las historias que llegaban al pueblo y poco a poco su obra empezó a reflejar su compromiso político. En los 70, empezó a militar en la organización “Montoneros”, un movimiento de izquierda y en 1977, fue secuestrado-desaparecido por la dictadura militar: lo mismo ocurrió con sus cuatro hijas, todas militantes y gran parte de su familia, nunca más se supo de él. 

Hace unos meses vi una serie biográfica, llamada “Germán, últimas viñetas”, realizada por la TV pública Argentina en 2013. Desde el comienzo, algo que me llamó la atención sobre Oesterheld fue la descripción sobre su escritura: era un maestro en escribir “entre líneas”, usaba metáforas, símbolos y capas de sentido para hablar del miedo, la resistencia y el poder colectivo.

Fotografía de Héctor Gérman Oesterheld (Archivo).

En el “Eternauta”, él mismo decía que eligió cómo protagonista a “un hombre común, un hombre de clase media, un argentino más”. Esa figura del “héroe colectivo” que resiste junto a otros puede leerse como una representación del militante anónimo, del pueblo organizado y, por sobre todo, una postura política frente al individualismo de muchos héroes de la época o de las películas hollywoodenses a las que estamos acostumbrados.

Con los años, su narrativa se fue haciendo más explícita y politizada, pasó de esconder el mensaje entre líneas a ponerlo de frente. Por eso, no fue solo un simple escritor de historietas; fue un narrador peligroso para un régimen que temía a quienes podían encender la conciencia. 

“El Eternauta” no es solo una historieta que transcurre en un universo apocalíptico argentino: es un posicionamiento político, publicado tres veces en contextos clave de la historia Argentina: en 1957 bajo la dictadura de Aramburu, en 1969 durante la dictadura de Onganía, y en 1976, en plena dictadura de Videla. Esta historia se fue adaptando para dialogar con el contexto político y social del momento, haciendo que el lector pudiera reconocerse y sentirse interpelado, Héctor fue impregnando su obra cada vez más con lo que vivía y creía.

Fotografía de Héctor Gérman Oesterheld junto a su familia (Archivo).

Entre la vida de Oesterheld y “El Eternauta” hay similitudes profundas que son difíciles de ignorar. En la versión de 1976, Juan Salvo viaja en el tiempo buscando a su hija, una acción que me resuena con su propia historia. Para entonces, una de las hijas de Héctor ya había sido secuestrada y él estaba completamente atravesado por la pérdida.

La búsqueda del padre en la historieta se vuelve su propia búsqueda, una especie de duelo narrado entre líneas. La invasión silenciosa y letal de la nieve puede interpretarse cómo una metáfora del miedo, del avance de un poder que llega sin aviso, que aísla y obliga a encerrarse, reflejando el terror vivido bajo las dictaduras. Incluso el sacrificio personal que atraviesa la historia, encuentra un espejo en la vida del autor, que pagó el precio máximo por sostener sus convicciones. Sus textos no solo contaban historias de ciencia ficción, eran una forma de memoria y resistencia frente al avance del horror.

Ricardo Darín como Juan Salvo, en la serie “El Eternauta”, de Bruno Stagnaro (Netflix/Mariano Landet).

A Oesterheld lo desaparecieron, pero su obra sigue vigente y hay algo profundamente hermoso en eso, casi como una justicia poética: Elsa, su esposa, solía decir en entrevistas que a Héctor no lo dejaron llegar donde podía haber llegado, que hoy probablemente hubiera sido un guionista de cine, de esos que marcan rumbos en la historia. Y pienso en cómo, a pesar de todo, su obra sobrevivió, atravesó generaciones y resistió intentos de ser borrada de la memoria colectiva.

Esta semana, “El Eternauta” se convierte en una serie de Netflix, y aunque podamos debatir sus errores y aciertos, hay algo simbólicamente poderoso en eso: finalmente, la historia que los militares quisieron silenciar se cuenta a millones. Como si el lápiz de papel que creyeron borrar siguiera escribiendo, aún hoy. 

Y creo que, entre todos sus mensajes, uno resuena con fuerza en este presente: “Nadie se salva solo”. En tiempos donde la sociedad nos empuja al individualismo, al sálvese quién pueda, Oesterheld nos recuerda que el poder está en lo colectivo, en pensar en el otro, y que en este mundo peligroso tenemos que estar juntos.

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