Bugonia: entre la sátira y el humor ácido
Yorgos Lanthimos, aclamado director griego detrás de títulos como La favorita (2018) y Pobres criaturas (2023), vuelve a colaborar con su actriz fetiche, Emma Stone, en Bugonia: una remake del filme surcoreano Save the Green Planet! (2003), de Jang Joon-Hwan.
Por Yosué Ayala
Hollywood y su obsesión por los remakes
Antes de escribir esta reseña, me tomé el trabajo de ver la película original de Jang Joon-Hwan. Aunque conocí primero la versión de Lanthimos, descubrir la obra en la que se inspira me resultó revelador. Además, vale destacar que el propio Joon-Hwan participó como guionista en esta nueva versión.
Mientras reflexionaba sobre ambas películas, me surgió una de las grandes preguntas del cine contemporáneo: ¿por qué Hollywood insiste en rehacer películas extranjeras? En muchos casos, estos remakes despojan a los relatos de su esencia, como ocurrió con Criminal (2004) de Gregory Jacobs, versión estadounidense del clásico argentino Nueve reinas (2000) de Fabián Bielinsky.
Afortunadamente, Bugonia no cae en ese error. La mirada de Lanthimos se siente como un reflejo de nuestra contemporaneidad: una sátira sobre la industria farmacéutica estadounidense, sus efectos en la vida común, la caída del “sueño americano” y, por supuesto, un retrato mordaz de los creyentes conspiranoicos.
Aunque comparte elementos con su contraparte surcoreana, cada una brilla con luz propia. Más que una simple versión occidental, Bugonia funciona como un espejo distorsionado y certero de nuestra sociedad actual.
Un combo interesante
Además de Emma Stone, el elenco incluye a Jesse Plemons y Aidan Delbis, quienes interpretan a Teddy y Don, dos apicultores entregados a las teorías conspirativas. Teddy cree firmemente en la existencia de los andromedanos, una raza superior que controla la Tierra y la está llevando a su destrucción.
Su objetivo: capturar a Michelle Fuller (Stone), la CEO de una poderosa farmacéutica que encarna a la perfección la figura de la girlboss moderna. Para Teddy y Don, ella es parte del complot alienígena que amenaza a la humanidad.
A través de este dúo, Lanthimos construye una comedia negra que oscila entre lo hilarante y lo trágico. Nos reímos de sus desventuras, pero en el fondo asistimos a una tragedia: ambos son víctimas de un sistema que los despojó de todo y los dejó aferrados a la única ilusión posible, la de creer que pueden recuperar lo perdido, aunque sea por medios delirantes.
Emma, la chica Lanthimos
Lanthimos vuelve a ofrecer una montaña rusa de géneros: del sci-fi al absurdo, de la sátira al drama puro. Todo se sostiene en las interpretaciones del elenco, con Stone nuevamente como centro gravitacional.
Con sus ojos enormes y su sonrisa entre encantadora y siniestra, encarna un personaje ambiguo que nos lleva a preguntarnos: ¿no será realmente una alienígena?
Esta es ya la cuarta colaboración entre Lanthimos y Stone, una dupla que sigue funcionando con precisión quirúrgica, aunque comienza a sentirse repetitiva. Es momento de ver a Emma fuera del universo lanthimosiano y, del mismo modo, descubrir qué puede hacer Yorgos sin su musa habitual.
Una trama llena de despistes
Bugonia mantiene el interés durante sus dos horas de duración. Aunque su desenlace puede sentirse predecible, las atmósferas construidas por Lanthimos y su habitual dominio visual mantienen al espectador cautivo.
El uso de planos generales nos sitúa en una constante distancia emocional, un recurso que refuerza la tensión y el desconcierto.
A lo largo del filme, las preguntas persisten: ¿Michelle es una alienígena o Teddy simplemente ha perdido la razón?
Los momentos oníricos y las rupturas con la diégesis realista son un guiño al Lanthimos más excéntrico, aunque aquí parecen más contenidos. Esa moderación, sumada a un diseño sonoro envolvente, le otorgan a la película una identidad más pulida, sin perder su extrañeza característica.
Entre la conspiración y lo real
En una época donde las ideas conservadoras y las teorías conspirativas resurgen con fuerza, Bugonia funciona como un retrato inquietante de la ambición corporativa y su impacto en los más vulnerables. Individuos que, tras perderlo todo, depositan su fe en explicaciones delirantes que a veces, por inquietante que parezca, no están tan lejos de la realidad.