Mickey 17: más cerca de Don’t Look Up que de Parasite

Ví la última película de Bong Joon-ho, Mickey 17, esperando un filme que mínimamente se acercara a lo que el cineasta coreano mostró al mundo con Parasite. Ese es un problema recurrente cuando gente que no se considera cinéfila, pero actúa como tal, va a ver una película de un director que le encantó por una obra anterior.

Por Diego Díaz

Mickey 17 no iba a ser como Parasite, y lo comprobé en cuestión de minutos. Igualmente, eso no se convirtió en un impedimento para que siguiera con ganas de observar qué inventó Bong Joon-ho.

La película genera mucho interés al comienzo. El protagonista, Robert Pattinson, que interpreta a Mickey 17 (y a los demás Mickey), aparece en la pantalla tirado en una especie de fosa, lamentándose y deseando haberse muerto. Uno, al principio, no entiende cómo llegó ahí, pero sabe que pronto encontrará la explicación.

Mickey es voluntario de una expedición espacial realizada por Kenneth Marshall (Mark Ruffalo), para establecer una colonia en otro planeta. Ruffalo, un político medio fracasado pero con mucho dinero, al más puro estilo de estos empresarios tecnofeudales, convoca a personas que se animan a formar parte de su ambicioso proyecto, y Robert Pattinson cayó ahí.

El protagonista es un joven fracasado, no tan hábil, que, tras diversas actividades que emprendió, terminó debiendo mucho dinero a un prestamista pesado que, ante la imposibilidad de cobro, lo busca para matarlo. Mickey entonces se anima a ir al espacio con Ruffalo.

Tranquilamente, esta película podría haber sido el desarrollo de una nueva trama de Don’t Look Up, de Adam McKay. ¿La recuerdan? Aquella película en la que Meryl Streep hizo de Donald Trump y un empresario tecnofeudal planteó como solución alternativa que una serie de privilegiados viajara al espacio para no morir, tras el impacto de un asteroide que acabó con la Tierra.

A diferencia de Don’t Look Up, que fue bastante criticada por usar la sátira para denunciar cómo el conspiracionismo termina siendo una herramienta de los poderosos, cuando el mundo estaba viviendo esa sátira en la vida real (la realidad superó a la ficción, decían), Mickey 17 intenta retratar cómo podría ser esa vida extraterrestre, reproduciendo la misma lógica del capitalismo en un contexto desconocido y con recursos limitados.

La distopía es un género ya antiguo que cada tanto se busca reinventar. En los últimos años tuvimos Mad Max, Dune, Black Mirror, la nueva Blade Runner y otras más que ya ni siquiera hace falta enumerar. En el caso de Mickey 17, intentan mantener cierta verosimilitud, introduciendo acciones como la racionalización de los alimentos (que son solo comprimidos y no platos de comida), también establecen un sistema de división del trabajo, imponen una disciplina para reducir la quema de calorías (que incluye no tener sexo) e impulsan investigaciones para el desarrollo de la nueva comunidad.

En ese sentido, la película me parece muy bien lograda. Sin embargo, no se termina de entender por qué el director se complica tanto para desarrollar una trama que es simple: los humanos tenemos el deseo —absurdo, si se quiere— de existir. Mickey es un hombre desechable que solo sirve para hacer tareas que nadie quiere hacer (“prescindibles” en la película) y cuya vida es socialmente irrelevante, excepto para alguna gente. En una de las tareas, logra sobrevivir porque unos aliens raros lo ayudan de forma sorpresiva, y ahí se da cuenta de que quiere preservar su decimoséptima vida.

Cuando lo dan por muerto, con el equipo de clonación que manejaban los científicos, “imprimen” al Mickey 18, y la trama se vuelve interesante, ya que hay dos personas en el lugar que solo uno debería ocupar. La duplicación de prescindibles no era admitida por las reglas de oro de Mark Ruffalo.

La asociación que se da entre ambos Mickeys convierte la trama en una rebelión contra Marshall, situación que los convierte en presos políticos. Durante la trama “revolucionaria”, también se empieza a orquestar la venganza de los aliens de Niflheim (el planeta helado en el que están los humanos), porque Marshall ordenó herir a dos de ellos que llegaron a la nave con Mickey. Robert Pattinson y sus amigos descubren que el ataque está en marcha y tratan de advertir a Marshall, pero con poca suerte.

En fin, la serie se convierte después en una lección para la humanidad, que, en su ambición por seguir existiendo, sería capaz de colonizar civilizaciones diferentes, aunque estas sean pacíficas y mucho más preparadas para subsistir. El tipo de aliens que perfiló el cineasta no me gustó, sin embargo, supongo que salir de la imagen tradicional de extraterrestres en las películas es algo saludable.

De alguna forma, los buenos terminan ganando en la película, lo que la hace menos épica, en estos tiempos en los que toda la producción cultural suele ubicar a la humanidad en circunstancias poco favorables para su existencia.

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