“La verdad efímera”: teatro como archivo vivo
En “La verdad efímera”, obra escrita por Santiago Gobernori y protagonizada por Paola Irún y Guadalupe Lobo, dos intérpretes nos conducen por un universo fragmentado, donde las historias se cruzan, se interrumpen y se transforman. Sin cronología ni linealidad, la escena se convierte en un terreno fértil para reflexionar sobre el valor del oficio, el avance de la tecnología, el poder, el amor y la muerte. Esta crónica nace del impacto que deja una obra que, lejos de ser pasajera, toca fibras profundas y deja ecos que resuenan más allá del escenario.
Texto: Mavi Martínez
Fotos: gentileza de Lui Acosta Facci
Entramos a la caja negra. Una oscuridad que (nos) envuelve: del suelo al techo, del aire a la mirada. Y en ese silencio expectante, aparecen ellas. Paola Irún y Guadalupe Lobo. Dos cuerpos que no nos indican que son las actrices, porque en cuestión de segundos se desdibujan para ser muchos otros: mujeres y hombres, señoras altivas, criadas pobres, enanos malvados, editores desencantados, niñas, herederas. Como espejos rotos, cada fragmento de su ser refleja a un personaje nuevo.
Y el escenario es un crisol donde caben estas historias que no siguen un orden, sino que se cruzan, se rozan, se interrumpen, alternan de forma aleatoria como pensamientos que surgen en medio del insomnio, apabullantes. Y ellas lo habitan todo. Cada gesto, cada suspiro, cada mirada rota. Se entregan sin reservas: con el cuerpo, con las vísceras, con la risa que se corta y la voz que tiembla. Nos hablan —o mejor dicho, nos atraviesan— con verdades que duran lo que un parpadeo. Efímeras, como los momentos que se escapan entre un segundo y otro.
A través de esta obra de Santiago Gobernori, ellas nos enfrentan a la caída de los oficios, a la invasión de la tecnología en lo íntimo, a ese desfile de “likes” sin alma en el que nos perdemos. Pero allí, en esa hora escénica, sentimos. Mucho. Todo. Una corriente de emociones y contradicciones nos recorre, mientras las verdades en escena se desvanecen como humo… aunque nos dejen una marca.
Y en medio del absurdo —que aquí no asfixia, sino que libera—, reímos. Porque el teatro también es celebración. Es ese lugar donde lo ridículo se vuelve necesario, donde lo extraño reconforta. Un oasis en este mundo ruidoso, veloz, desconectado.
Paola Irún y Guadalupe Lobo son alquimistas del alma. Dos cuerpos que se multiplican hasta el vértigo. Rostros que mutan, voces que giran, cuerpos que se rompen y se arman una y otra vez. A veces miran con ternura, a veces con odio, con deseo, con hartazgo. Nunca igual, siempre verdadero.
Las historias se entretejen con un hilo invisible. Van y vienen, se interrumpen, se esconden, y de pronto reaparecen como si siempre hubiesen estado ahí. Es como mirar a través de una ventana que se abre y se cierra sin aviso, donde lo íntimo se vuelve público. Historias fugaces, como esas que vemos en una pantalla antes de pasar a la siguiente sin pensarlo. Like aquí, comentario allá. Pero esta vez no pasamos de largo.
La verdad efímera no es solo teatro: es una coreografía entre luz y sombra, entre memoria y presente, entre lo que somos y lo que escondemos. No hay desconexión entre escenas, sino una danza secreta entre los tiempos y las voces. Ellas, los personajes, nosotros. Todos entrelazados en este ritual escénico.
Y en esta ciudad pequeña, donde a veces creemos que nada ocurre, el teatro nos vuelve a despertar. Nos recuerda que aún hay algo más allá de las pantallas. Que todavía vale la pena detenerse. Sentir. Mirar. Respirar.
Y emocionarse, claro. Porque ver a estas dos actrices desplegar un universo entero sobre el escenario es presenciar la magia en estado puro. Ellas son todas las vidas, todos los anhelos. Todas las huidas hacia esa felicidad que, aunque lejana, sigue latiendo detrás de cada personaje. Detrás de cada verdad que, por efímera que sea, nos transforma.
Y cuando todo termina, salimos lentamente de esa caja negra. Pero ya no es solo un espacio escénico: es una caja de memoria. Como en los aviones, allí quedaron grabadas las voces, los giros, las turbulencias emocionales, los descensos y los vuelos altos de dos actrices que lo dieron todo. “La verdad efímera” no se estrella: se archiva en nosotros como una bitácora íntima. Y aunque afuera siga el ruido, el scroll, la prisa, algo de ese vuelo compartido nos acompaña. Como quien guarda una grabación de lo que verdaderamente importa.
¿Dónde y cuándo ver la obra?
“La verdad efímera” se sigue presentando en la Sala La Correita (de La Correa), sitio ubicado en Gral. Díaz 1163 casi Don Bosco. Habrá una nueva función el martes 8 de julio a las 21:00. Escribí al (0983) 880020 para reservar entradas. Además, desde la cuenta en Instagram @teatrodelaluz anunciarán más funciones. Las entradas anticipadas cuestan G. 80.000 y en puerta G. 100.000.
Ficha técnica
Dramaturgia: Santiago Gobernori (Ar), en colaboración con Victoria Baldomir (Ar) y Sabrina Zelachi (Ar).
Actúan: Paola Irún y Guadalupe Lobo.
Acompañamiento: Jorge Báez.
Montaje de luces: Martín Pizzichini.
Técnico en funciones: Manuel Alviso.
Fotografía de gráfica: Erwin Bukaczek.
Diseño gráfico: Guadalupe Lobo.
Diseño de vestuario: Manuel Alviso.
Producción: Teatro de la Luz.
Dirección general: Santiago Gobernori.