“Homo Argentum” no es para tanto

Fui a ver Homo Argentum con muchos prejuicios encima, es verdad. Intenté salir de mi postura pro-peronista que vengo construyendo desde hace años, pero soy consciente de que las ideas no se destruyen tan rápido y por voluntad.

Por Diego Díaz

Hace años que estoy abocado a entender lo que pasa en Argentina: las disputas, la veneración de ídolos y el acompañamiento de las nuevas figuras del mainstream político. Sin embargo, tenía ganas de ver la película.

Por dos motivos principales, ninguno tiene que ver con Guillermo Francella. El primer motivo por el que quise verla fue por las repercusiones sobre la supuesta representación que hicieron los directores de una Argentina esencialista, algo que siempre me hace ruido, y más si viene de la derecha política.

Para los que no están al tanto, Homo Argentum y Francella se volvieron herramientas de La Libertad Avanza y de la idea de Javier Milei, de que el cine es un rubro que debe funcionar como cualquier otro y no necesita intervención estatal. Esa arista desde el inicio me hizo ruido, y resulta inevitable hacer la salvedad de que el cine es arte y su reproducción debe existir más allá de los tickets. No solo eso: ¿qué rubro económico no recibe asistencia del Estado? Ninguno, pero este es un medio de comunicación que habla de música y cine, no cabe profundizar sobre economía.

En fin, fui a ver el argumento sobre la supuesta crítica social al ser argentino. El siguiente motivo que tuve fueron las experiencias ambiguas que siempre me generaron Gastón Duprat y Mariano Cohn, dos cineastas que, para mí, tienen películas que siempre recuerdo y recomiendo, como El vecino de al lado, El ciudadano ilustre o Mi obra maestra. Hace poco vi Nada y lloré. Que sean fachos o “misántropos” me tiene sin cuidado; me relaciono con gente así desde que soy adulto.

En líneas generales, la película no me pareció mala; por lo menos, me entretuvo. Es cierto, es pretenciosa hasta más no poder, desde que Francella piensa que es una especie de Peter Sellers (Odisea en el espacio) que tiene el talento y la gracia como para realizar más de un papel y que su versatilidad destaque. Es más, carece tanto de versatilidad, que la obra es más una serie de castings donde Francella está tratando de ganar un papel.

En este artículo no voy a hacer spoilers, no voy a hacer referencia a ninguna historia ni a reflexionar sobre escenas. Es solo un artículo de opinión sobre la idea de la obra y las valoraciones que recibió.

¿Por qué fue “polémica” la película? Bueno, de forma bastante reduccionista, Francella toma el rol de varios tipos de argentinos que intentan unificar las cualidades notorias que poseen los argentinos. Eso le costó la crítica del peronismo, que más que un partido político (el justicialista) es un movimiento social nacionalista argentino que está más cercano a los valores populares que el resto de las expresiones políticas, que, en su afán de oponerse al peronismo, reivindican un liberalismo más europeo (UCR), un neoliberalismo tecnócrata (PRO) o el libertarianismo reaccionario (LLA).

Los peronistas tienen razón: Homo Argentum es una serie de sketches con estigmas sobre la “argentinidad”. Parte de la base de que el argentino es un cagador, que puede ser canchero, comprensivo, justo, performático, pero por sobre todo, cagador. Haciendo esa salvedad, tampoco es tan grave. En algunos relatos de la película, se puede ver cómo tanto Francella como los directores apuntan a un tipo de argentino: al argentino palermitano que detesta a los pobres y que, en su hora más bondadosa, los aprecia como seres sin raciocinio que están puestos en el mundo para ser un objeto de estudio (ver el relato de Milo J, del cura villero y otros).

¿Es tan grave lo que plantean Duprat y Cohn como lo denunciaron los peronistas? La verdad que no, para nada. Esto creo que me resulta más fácil a mí por ser paraguayo y tener una neutralidad de extranjero que no siente tanto el golpe de la película, porque no soy el ofendido de la historia. Tampoco es una película de mierda; es pretenciosa, por encima de todo tipo de crítica que se pueda hacer, pero tampoco es una ofensa a la “argentinidad”.

La argentinidad, como la paraguayidad o la “americanidad”, no son más que conceptos identitarios que se utilizan para la exaltación del nacionalismo. Yo no soy nacionalista; soy marxista y, de por sí, me cuesta tener como punto de partida ver como un valor en sí haber nacido en un lugar físico. Sin embargo, en términos de Antonio Gramsci y de teóricos latinoamericanistas, puedo coincidir con corrientes que buscan en el orgullo nacional una forma de resistencia a avasallamientos foráneos. Por eso, mi curiosidad hacia el peronismo.

Haciendo toda esta larga salvedad, tampoco creo que la película cargue de forma definitiva en contra del “sujeto argentino”. Hay historias (la del padre y la herencia) que brindan lecciones con un mensaje superador.

Pero bueno, yo no soy un homo Argentum.

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