“Una batalla tras otra”: Paul Thomas Anderson y la sátira más feroz contra la supremacía blanca

Paul Thomas Anderson, aclamado director de títulos emblemáticos como Magnolia (1999), Petróleo Sangriento (2007) y Licorice Pizza (2021), regresa con una de sus obras más ambiciosas: Una batalla tras otra. Se trata de una adaptación libre de la novela Vineland de Thomas Pynchon, un proyecto que, según el propio PTA, como se lo conoce en el ámbito cinéfilo, le llevó dos décadas de escritura. El resultado no podría llegar en un momento más oportuno.

Por Yosué Ayala

La caída del “American Dream”

Protagonizada por Leonardo DiCaprio, Sean Penn, Benicio del Toro y Teyana Taylor, la película sigue a “El 75 francés”, un grupo revolucionario que organiza ataques contra un gobierno que impone duras políticas migratorias. La alusión al presente es evidente: Anderson dispara con ironía contra las políticas de Donald Trump y, al mismo tiempo, contra el avance de la derecha conservadora a nivel global.

Pero la cinta no se limita a señalar al poder, también pone bajo la lupa a los propios movimientos revolucionarios, ridiculizando sus contradicciones y dogmatismos. En este sentido, la película propone un juego incómodo y fascinante: nadie sale indemne, ni el sistema ni sus opositores.

Una montaña rusa de géneros

A pesar de sus tres horas de duración, Una batalla tras otra se sostiene gracias a un montaje dinámico que convierte la primera parte en un auténtico torbellino narrativo. DiCaprio encarna a Bob, un radical venido a menos y padre afectuoso que se ve obligado a rescatar a su hija cuando un viejo enemigo reaparece tras 16 años.

La película aborda problemáticas sociales y políticas de gran calado, pero lo hace con un tono lúdico: la comedia no resta peso al drama, sino que funciona como un contrapunto que refresca y potencia la experiencia. Anderson logra equilibrar acción, sátira, momentos de intimidad y secuencias de reflexión, creando un mosaico cinematográfico que avanza con ritmo y frescura.

El peso de las interpretaciones

Las actuaciones son otro de los pilares del filme, Sean Penn brilla como el coronel Steven J. Lockjaw, un militar supremacista que lleva su fanatismo hasta lo grotesco. Su secuencia final lo coloca como serio contendiente para la temporada de premios. 

Benicio del Toro, por su parte, da vida al sensei Sergio San Carlos, un instructor de artes marciales que organiza un ferrocarril subterráneo para migrantes. Si bien el personaje roza lo caricaturesco, del Toro le inyecta el humor y la humanidad necesarios para hacerlo memorable.

Teyana Taylor sorprende como Perfidia Beverly Hills, una integrante carismática de “El 75 francés”. Aunque su rol coquetea con el arquetipo del personaje “badass”, Taylor se apropia del papel y consigue una presencia magnética en cada escena.

Entre lo real y lo difuso

La película funciona como un espejo deformante del presente, sus alusiones a la política migratoria estadounidense y, por extensión, a la europea son claras y certeras. Sin embargo, Anderson no siempre ofrece el contexto suficiente para enmarcar el mundo en el que se mueven sus personajes. El espectador capta la sátira y la metáfora, pero una mayor construcción del trasfondo social y político hubiera enriquecido aún más la experiencia.

Conclusión: ¡Viva la revolución!

Una batalla tras otra es la película más lúdica y corrosiva de Anderson desde Boogie Nights. Un filme urgente y necesario, que desnuda las tensiones de la política contemporánea sin caer en glorificaciones fáciles a la violencia. Su fuerza radica en la combinación de un guion mordaz, actuaciones magnéticas, una dirección vibrante y un uso de la cámara que, en las escenas de persecución, llega a generar una sensación física de vértigo y calor.

En tiempos de polarización y discursos excluyentes, Anderson entrega una obra que, más que un retrato de época, es un grito incómodo y explosivo: una sátira que nos recuerda que la verdadera batalla siempre es cultural.

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