Latido y melodía: homenaje al jazz hecho en Paraguay
El Día Internacional del Jazz no solo conmemora un género universal, sino que también abre las puertas para rendir tributo a quienes, desde su tierra, transforman el lenguaje musical con identidad y pasión. En Paraguay, el jazz late al ritmo de sus tradiciones, fusionado con la calidez de su gente y el eco eterno de sus referentes.
Por Mavi Martínez
En cada rincón del mundo, el jazz tiene una historia que contar, una raíz que lo sostiene y una emoción que lo impulsa. En Paraguay, esta música se entrelaza con la identidad nacional, con la búsqueda constante de belleza y verdad a través del arte. Desde los pioneros que abrieron caminos en décadas pasadas hasta las nuevas generaciones que renuevan el lenguaje sonoro con compromiso y alma, el jazz paraguayo se canta, se improvisa y se enseña.
Con motivo del Día Internacional del Jazz, recogemos los testimonios de músicos y músicas que han encontrado en este género no solo un lenguaje artístico, sino también una forma de vivir y construir comunidad. En sus palabras resuenan nombres que dejaron huella, melodías que abrieron caminos, y una profunda gratitud por el legado recibido.
Carlos Schvartzman. Decir su nombre es nombrar una escuela entera de sensibilidad, rigor y creación. Es uno de los más citados por quienes hoy sostienen el jazz nacional con pasión. "Fue uno de los pioneros en componer jazz paraguayo, en formar generaciones, y dejar un archivo musical que aún resuena en las aulas y escenarios", dice Seba Ramírez, quien también recuerda con emoción a Palito Miranda, otro nombre indispensable: "Componía música original fusionada con la raíz paraguaya; fue mentor y figura clave para mí."
En esa misma línea, Víctor Morel destaca a Toti Morel, símbolo de profesionalismo desde la batería, y también vuelve a evocar a Schvartzman y Miranda como formadores de identidad. Julieta Morel, por su parte, habla desde el corazón: "Toti y Víctor Morel fueron mis primeros maestros. Paula Rodríguez, mi guía en la profesión y la escena real." Paula, a su vez, se reconoce parte de una cadena de saberes: "Remigio Pereira y Carlos Schvartzman marcaron mi formación desde niña. Hoy aprendo de colegas como Giovanni Primerano y Magalí Benítez."
Los nombres se repiten, se cruzan, se tejen. Magalí Benítez habla de Jorge 'Lobito' Martínez como un precursor en fusionar jazz y música paraguaya: "Sentó un precedente." Y resalta la labor de Giovanni Primerano, cuya mirada musical, plasmada en discos como los de Joaju, "es una inspiración constante."
Juanjo Corbalán también se detiene en el Lobito: "Hizo aportes esenciales en arreglos y composiciones." En su mundo de cuerdas y arpa, destaca a Nicolás Caballero, quien "modernizó el instrumento, llevándolo a otros estilos con una visión abierta y contemporánea."
La escena no se detiene. Lara Barreto menciona con cariño a Seba Ramírez, valorando su investigación sobre los ritmos autóctonos y su capacidad de fusión. "Es un gran profesor y motivador de nuevas generaciones." Y Víctor Álvarez rememora el acompañamiento cercano de José Villamayor, "siempre presente, siempre enseñando," y, cómo no, al ineludible Schvartzman.
Desde otro ángulo, Enrique Abadie abre una puerta distinta y enriquecedora al mencionar a Rolando Chaparro, "más conocido por el rock, pero profundamente influido por el jazz." Y encuentra en Alejandro Cabrera un referente actual capaz de "fusionar el jazz más tradicional con el folclore con una sensibilidad que te llena el alma."
Paraguay no solo escucha jazz: lo respira, lo transforma, lo reinventa. En las voces que hoy componen su escena hay respeto por los pioneros, gratitud por los maestros y esperanza por quienes vienen. El jazz, como la vida, se nutre de esa mezcla: de lo aprendido, lo sentido y lo compartido. Porque, al fin y al cabo, el jazz es eso: una conversación infinita que sigue tocando el alma.