Nito Mestre: “Volver a empezar también es divertido”
Hace cincuenta años, Nito Mestre dijo adiós a Sui Generis, una banda que marcó a generaciones. Pero esta historia no es solo sobre una despedida, es sobre cómo se sigue después de un gran éxito, sobre señales, comienzos, caídas, renacimientos, sobre el arte de soltar y también de volver a empezar. Nito habla con la serenidad de quien ha atravesado muchas tormentas y aún conserva la calma, porque, para él, la vida se toma con humor, incluso cuando todo parece haberse terminado.
Entrevista y texto por Renata Vargas
Fotos de Pablo Munne (gentileza)
Bajar del escenario mientras un millón de manos te aplauden. A veces, lo más valiente es saber retirarse en el mejor momento. Cuando aún hay ovación, cuando la carrera está en lo más alto, pero no por cansancio, ni por derrota, sino porque hay algo que te dice que no se puede ir más allá. A veces, las decisiones se toman, simplemente porque dejaste de hacer algo que siempre hiciste, como dejar de juntar recortes de diarios.
“Yo, desde el año 74, desde un año antes de la separación, yo no me sentía tan a gusto. De hecho, fíjate vos que yo juntaba recortes y todo lo que hacía en una carpeta y en noviembre del año 74 dejé de juntar nada.” -dice Nito Mestre, y ese gesto aparentemente menor –dejar de coleccionar la historia que estabas escribiendo– fue el primer indicio de que algo se estaba terminando en Sui Generis, la banda que compartía con Charly García.
Sui Generis estaba en su punto más alto, pero la idea de separarse ya venía rondando. “Suena raro eso de estar aburrido, pero era lo que estaba pasando… estábamos viviendo una época bastante jorobada en el 1975 y los chicos más jóvenes no podían ir a los shows porque los padres se los prohibían, estaban la triple AAA, el golpe del 76. Era un ambiente muy complicado en la Argentina.”
En ese contexto, decidieron probar algo distinto: “Entonces dijimos, vamos a hacer cuatro shows durante el mes de julio a la mañana, para que vengan los chicos que no pueden venir de noche”, explica Nito.
El primero fue un desastre. “Hicimos el primer show y fue todo horrible, no vino mucha gente, lo hicimos el domingo a las 11 de la mañana y vino poca gente, llovió a mares, el sonido fue horrible, todo lo que andaba sucediendo salía mal, a los bajos se les cortaron dos cuerdas, cosas que no suele suceder nunca en la vida.” Era como si el escenario, –ese lugar sagrado donde la música cobra sentido– ya no los quisiera sostener. “Salimos del show, me acuerdo, y nos fuimos a comer a una quinta todos y ahí dijimos: sí, sí, chau. Lo tomé como una señal”.
Entonces llegó la propuesta: un gran show de despedida, algo grande, a lo que no podían decir que no –dos Luna Parks, una película y un disco– y cuando se entusiasmaron con esa posibilidad, aparecieron otras. “Me acuerdo que Charly me dijo, ‘Este, escuchame una cosita, ¿y si seguimos despidiéndonos y vamos a Mendoza y vamos a otro lado?’, pero yo le digo, ‘¿Te acordás que el show se llama Adiós Sui Generis? Adiós, cuando uno dice Adiós, es que te fuiste’.”
Y el universo pareció estar de acuerdo. “Cuando volvíamos a la capital de esa provincia en el sur, volcó el camión con todos los instrumentos, se rompieron casi todos. El otro instrumento que faltaba nos lo robaron en el aeropuerto de Comodoro Rivadavia. Cuando llegamos a Buenos Aires tomamos un taxi con el bajista y el taxi chocó. Entonces cuando llegamos a casa dijimos: se acabó todo, chau. Son demasiadas señales juntas.”
No hace falta entender por qué suceden las cosas, basta con entender cuándo soltar. Lo extraordinario no se despide con explicaciones: se va cuando aún brilla.
Para Nito, las decisiones importantes nunca se toman del todo con la cabeza. “Siempre le di bastante bolilla a eso de las señales. Incluso ahora me doy cuenta que, no es que uno decide. Uno dice ‘bueno, voy a hacer algo’ y va para allá, de repente pasa algo y se tuerce el camino y se va para el otro lado, porque las señales están muy evidentes. Yo más que todo digo: ‘me gustaría hacer tal cosa’, y de arriba después, si me dejan, lo hago. No es que sea un creyente en Dios. Para mí ya está todo marcado lo que uno vino a hacer acá. Así que ya me dejo llevar y voy haciéndolo lo mejor posible.”
Ese dejarse llevar también fue clave en otro momento de su vida: cuando abandonó la medicina para dedicarse a la música. “Vivía con mi madre todavía y le dije: mamá, dejé medicina… y no se me cruzó por la cabeza la palabra incertidumbre, o sea, era un piletazo porque si vos seguís medicina, sabés que tenés como una formación, la otra era seguir con la música toda tu vida y sabe Dios, es un barquito liberado en el mar. Sin embargo, no me arrepiento.”
Después de Sui Generis, volvió el abismo: ¿Qué pasa después?, ¿quién soy sin esto? ¿cómo se sobrevive a un gran éxito? “La incertidumbre de qué hacer después, sí, la tuvimos los dos, porque nosotros teníamos un padre que era Sui Generis que nos protegía, que era el dueño de nosotros, entonces que los dos hijos pródigos se vayan por ahí y… a ver qué pasaba.”
Volver a empezar no siempre tiene buena prensa. Para muchos (me incluyo), tiene el sabor amargo de una etapa que no funcionó, de algo que no se concretó, de haber “perdido el tiempo”. A cierta edad —los casi 30, por ejemplo— puede sentirse como una derrota silenciosa: el trabajo que no era, la relación que no fue, la carrera que ya no te representa, la sensación de estar corriendo sin línea de llegada, contra un reloj que no sabés quién puso. Pero hay personas que, sin decirlo como lección, te muestran otra cosa.
Nito Mestre es una de ellas. No habla del pasado con nostalgia rancia ni del presente como una revancha. Para él, los comienzos no son fracasos sino capítulos entretenidos. A veces se salta a lo desconocido, sí. Pero también con la emoción de lo que aún no se sabe, con la alegría de no tenerlo todo resuelto.
“Fijate vos que cuando se separó Sui Generis yo me fui a vivir con Charly.” dice, y sonríe al recordar ese momento. “Vivíamos en el mismo hotel, primero en la misma casa, y después vivimos en el mismo hotel, una habitación al lado de la otra. Yo armaba Los Desconocidos de Siempre en mi habitación y él armaba La Máquina de Hacer Pájaros y nos mostrábamos las cosas, cruzábamos habitaciones y estábamos todo el día juntos, íbamos al cine, nos mostrábamos lo que íbamos a hacer. De alguna manera nos apoyábamos mutuamente.” -cuenta Nito- “De hecho, en su primer single yo canto, cuando iba a hacer La Máquina de Hacer Pájaros, yo hago los coros también y yo le mostraba mis cosas, etc. Los comienzos son muy placenteros, son riesgosos pero son muy lindos, todos. Yo creo que el riesgo hay siempre, ahora mismo yo no me creo en nada.”
Volver a empezar, dice Nito, también puede ser divertido y en su caso, fue además una forma de sobrevivir. Después de haber estado al borde de la muerte, de haber cavado su propia tumba y terminado en terapia intensiva, cualquier cosa podía ser mejor que eso. “El ser alcohólico no, antes lo ocultaba, como decimos con los conocidos, todo el mundo sabía, menos yo, pero en el fondo sí lo sabía. Lo que pasa que no lo quería admitir.”
Aceptarlo fue el primer paso y dejarlo, el comienzo de otra vida. Desde el 27 de mayo de hace 28 años, luego de haberlo perdido todo y un largo proceso de recuperación, no volvió a tomar. “De a poquitito empecé a mejorar. Empecé como otra vida, divertida y desde entonces tengo otras cosas que contar. De antes, las que me acuerdo y las de después, empecé a viajar mucho más, a tocar más y a hacer un montón de cosas más y veo una vida mucho más agradable. No me arrepiento de lo que pasó de antes, porque por algo es.”
A los 44 años empezó lo que llama, jorobando, su vida “después de Cristo”. Una segunda oportunidad que trajo canciones, giras, historias que contar. No reniega del pasado, no lo idealiza, pero tampoco lo esconde. “Sui Generis tiene 12 estatuas de bronce de Mar del Plata, tamaño natural. Pero también soy alcohólico y también estaba tirado a veces en la calle, hecho un zaparrastroso. Me gusta contar todo, no andar con vueltas.”
La reconstrucción empieza cuando se puede decir en voz alta lo que dolió, cuando uno deja de negar lo evidente y puede reírse de sí mismo. Cuando se aprende que el humor también es una forma de coraje. “Yo siempre estuve de buen humor, hasta en las peores cosas dramáticas”, dice. Y hoy sigue eligiendo contarlo todo, porque cantar sana, pero también contar. El dolor, cuando se narra, deja de ser un pozo y se vuelve puente.
Tomar la vida con las cosas que te hacen feliz y las que no, dice citando al Papa Francisco, “tiene su porqué para hacerte feliz”. En esa frase cabe su historia: la de alguien que conoció el éxito de muy joven, que no sabía qué venía después, que tuvo miedo, que cayó y volvió a levantarse, que entendió que incluso cuando ya se empieza a quedar solo, no todo está dicho.
Hoy, a cincuenta años del Adiós, Nito Mestre vuelve a Paraguay con canciones de todas sus épocas, muchas del disco que selló la despedida de Sui Generis, pero también con relatos, anécdotas y ese buen humor que lo acompaña desde siempre porque en sus shows no solo se escucha música, se entra a un mundo donde el tiempo pasa, pero las ganas no, donde aún hay lugar para la alegría, donde cantar sigue siendo una forma de estar vivo.
Un escenario vacío.
Y otra vez, la vida empieza.
Sobre el show en Paraguay
La música de Nito Mestre sonará en Paraguay el domingo 18 de mayo, en el teatro del Hotel Guaraní.
Precios de entradas:
Bronce: Gs. 150.000
Plata: Gs. 230.000
Oro: Gs. 300.000
Oro + M&G: Gs. 550.000
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