No fui hecho para estos tiempos: En memoria de Brian Wilson
Cuando la discográfica y tu banda no creen en tu visión - la génesis de uno de los discos más importantes del siglo XX.
Por Agustín Riestra
Probablemente no haya una década más marcada por los cambios en la cultura popular que los años sesenta: la aparición de los Beatles, la fiebre del garage, los años psicodélicos y el final del sueño hippie. Cambios tan intensos como inmensos que moldearon a generaciones. Y dentro de esta década convulsionada, uno podría argumentar que la pieza pop más trascendental fue Pet Sounds. En memoria del recientemente fallecido Brian Wilson, vamos a repasar qué es lo que hace de este mucho más que un simple disco.
En primer lugar, hay que conocer a The Beach Boys. Fueron uno de los conjuntos más populares entre los jóvenes norteamericanos durante la primera mitad de los años sesenta. Su estética surf, los coros perfectos y un enfoque cargado de dulzura los convirtieron en un grupo amado por los adolescentes y aprobado por sus padres. Sin embargo, su líder comenzó a sentirse cada vez más aburrido de aquel formato. Durante una entrevista en 1964, le preguntaron a Brian sobre el sonido surf, a lo que respondió: “Simplemente quiero producir un sonido que les guste a los jóvenes, y esto puede aplicarse a cualquier otra temática”.
Ahora bien, su vida personal se volvía cada vez más compleja. A sus 21 años estaba en la cima, pero pronto comenzó a sentir la presión de la competencia. Entre la invasión británica —con bandas como los Rolling Stones y los Beatles— y la pared de sonido de Phil Spector, empezó a agobiarse por el nivel que debían tener sus composiciones. Sus esfuerzos lo llevaron a una notable evolución, pero también al desgaste. Por aquellos años, Wilson comenzó a sufrir crisis nerviosas, que solo se intensificaron con el consumo de LSD.
A pesar de este crecimiento y deterioro personal, es difícil determinar cuál fue el verdadero disparador, durante 1965, que lo llevó a ver la música de otra manera. ¿El consumo de alucinógenos? Tal vez los extraños discos de jazz que circulaban, como A Love Supreme (John Coltrane), Point of Departure (Andrew Hill) o E.S.P. (Miles Davis). Quizá los tres gigantescos hitos dentro de la música popular: la transición eléctrica de Bob Dylan, el exquisito Rubber Soul (Beatles) y el encantador debut de The Byrds. Sea lo que sea, algo cambió. Él dejó de girar con la banda, comenzó a componer en solitario bajo los efectos de las sustancias y a realizar una profunda introspección. Durante meses, la creatividad lo sobrepasó, pasando días enteros desarrollando nuevos conceptos en un proceso que describió como: “la planificación de un disco que elevaría la música a un nivel espiritual”.
“No era apropiado que tocásemos en esas sesiones. Los temas estaban más allá de nosotros”, reflexionó Carl Wilson, hermano del líder y guitarrista en discos anteriores de la banda. La visión de Brian fue ejecutada por los legendarios sesionistas The Wrecking Crew, con los Beach Boys ofreciendo pequeñas y puntuales contribuciones instrumentales, aunque centrados sobre todo en lo vocal. Para las letras, comenzó a colaborar con un autor de jingles llamado Tony Asher, con quien pudo explorar desde la alienación en ‘I Just Wasn't Made for These Times’, sus inseguridades en ‘You Still Believe in Me’ y una crítica a la cultura escapista de las drogas en ‘I Know There's an Answer’. La instrumentación se extendía hasta el theremín, el banjo e incluso el timbre de una bicicleta.
De todos modos, no todo era color de rosa. La banda no comprendía plenamente lo que él intentaba hacer, los ingenieros sufrían al intentar capturar el sonido deseado y los ejecutivos lo veían como una mera excentricidad. Las sesiones fueron largas y tensas, pero también costosas. Se alquilaron múltiples estudios y se convocaron decenas de sesionistas, con un coste final de alrededor de 70.000 dólares (más de 700.000 pesos argentinos o 560.000.000 de guaraníes al día de hoy), una cifra sin precedentes. Y, para empeorar las cosas, Capitol Records temía que este proyecto más maduro no resuene con el público joven del grupo. Esto los llevó a lanzar una compilación casi en simultáneo, la cual, curiosamente, vendió incluso más que Pet Sounds en aquellos años.
Brian se entristeció cuando el disco no logró liderar las listas. Efectivamente, no estaba hecho para esos tiempos, aunque algunos críticos supieron apreciar la búsqueda tan elevada del LP. Incontables artistas contemporáneos lo han citado como un verdadero big bang, y resulta imposible imaginar obras como Sgt. Pepper’s, Forever Changes, Tommy o Days of Future Passed sin antes haber atravesado las puertas que abrió Pet Sounds.
59 años después podemos decir que fue uno de los discos más importantes en la historia de la música. Brian Wilson vió algo que el resto no.